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miércoles, 17 de febrero de 2010

PEREGRINANDO EN CUARESMA CON LA VIRGEN

Ya estaba avisada: una espada de dolor te atraversará el alma al ser tu hijo signo de contradicción. Como "peregrina de la fe" tuvo que ir uniendo cabos, aparentemente sueltos, para ir comprendiendo su misión de Madre Corredentora. De ahí que el evangelista repita en varias ocasiones cuál era su actitud ante los acontecimientos que va presenciando de la vida de Jesús: meditaba todo esto en su interior, en su corazón. Iba, diríamos, presintiendo las cosas, dada su hondura espiritual.

Podríamos decir que la Cuaresma de la Virgen duró toda la vida de Jesús. Por eso, en el momento decisivo, allí estaba Ella junto a la cruz de Jesús, no solo como Madre suya, rota de dolor, sino en actitud oferente; no como espectadora sin más, sino involucrándose de lleno. Si no se hubiera preparado en esos años oscuros, no hubiera sido capaz de mantener su SI inicial al mensajero Gabriel, ni hubiera sido capaz de ofrecer al propio fruto de sus inmaculado vientre.

"Nuestra" Cuaresma, que se inicia hoy con el austero y significativo rito de la imposición de las cenizas, constituye un momento privilegiado para intensificar un compromiso de conversión a Cristo. El itinerario cuaresmal se convertirá, de este modo, en ocasión propicia para examinarse a sí mismos con sinceridad y verdad, para volver a poner en orden la propia vida, así como las relaciones con los demás y con Dios. «Convertíos y creed en el Evangelio» (Marcos 1, 15).

Hemos de intentar vivirla con los ojos de la Virgen, con su profundidad, sabiendo que si lo hacemos así, estaremos muy cerca de Ella y de su Hijo, viviendo rotundamente la Semana Santa y la Pascua, como un momento precioso de renovación, de conversión...

Ojalá que hagamos de esta Cuaresma una especie de viaje a nuestro corazón, para irnos encontrando con nosotros mismos y podamos ver qué es lo que, en ocasiones, nos aparta de Dios.


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